viernes, 21 de agosto de 2015

Empatía (o eso de ponerse en el lugar del otro)

Dice la RAE que empatía es la identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo del otro. 
Y digo yo que la empatía es la capacidad de ponernos en el lugar del otro, sea un niño, un anciano, un perro o un gorrión.

El otro día fuimos al Parque de Atracciones, lugar mágico donde los haya y más para ir con niños. Esperaba con mi sobrina de cinco años en la fila de una montaña rusa. Ya era de noche y se había montado en esa misma atracción un par de horas antes. Había salido excitada, riendo y saltando, encantada de la vida. En sus subidas y bajadas la montaña rusa atravesaba dos pequeños túneles. El caso es que en un momento dado, mientras la fila avanzaba despacio y nosotras esperábamos pacientemente la miro y veo que está llorando. Le caían unos lagrimones enormes por la cara.

- Pero, ¿qué te pasa cariño?
- Que no me quiero montar - me dice haciendo un puchero y con esa voz que se le pone cuando llora con tristeza, con sentimiento de verdad.
- ¿¡Por qué??
- Porque me da miedo.
- Pero si te has montado antes y te ha gustado muchísimo.
- Sí, pero es que ahora va a haber monstruos.
Yo estaba alucinando, claro.
- ¿Monstruos? ¿Dónde? ¿Por qué?
- En los túneles...van a salir porque es de noche, antes he visto los ojitos que nos miraban - me dice llevándose las manos a los ojos y mirando de reojo.

Aquí a mí lo que el cuerpo me pedía era reírme, claro, pero aguanté la compostura.

- Pero mi niña, que los monstruos no son de verdad, no te preocupes.
- Ya lo sé - me dice entre hipidos - pero es que son hologramas.
Y otra vez lloraba y repetía.
- Yo no me quiero montar, yo no me quiero montar.

El caso es que mientras mi hermana perdía la paciencia yo intenté ponerme en el lugar de la princesa y me dio mucha pena. Lo que tenía que ser algo divertido estaba siendo para ella una tortura, porque de verdad creía que iba a haber monstruos.
Y aunque nosotros que somos mayores, sabemos que eso es una tontería, que los monstruos no existen y que el "problema" de mi sobrina era absurdo, ella no lo sabía. Para ella su miedo era tan fuerte que la hacía llorar, su preocupación era real, y estaba a la misma altura que están las preocupaciones que a nosotros no nos dejan dormir por la noche. 

A veces creo que en general pecamos de falta de empatía con los más pequeños (y con los más mayores también, pero este ya es otro asunto). Olvidamos que sus problemas son para ellos el centro de su pequeño universo. Y aunque en el mundo real no tengan trascendencia alguna en su vida la importancia es máxima. Lo que a nosotros nos puede parecer incluso gracioso es para ellos una fuente de preocupación. ¿Por qué en vez de ignorarles, reírnos o perder la paciencia no nos ponemos en su lugar e intentamos comprender lo que les pasa por la cabeza? Ponernos, pero de verdad, intentando ver el mundo como se ve cuando tienes cinco años, diez años o dos años (de esto no me acuerdo, pero me imagino que en ese momento tu mayor problema efectivamente será que mamá intente que te duermas cuando tú lo que quieres es seguir explorando los cajones).



Así que os animo a calzaros de vez en cuando unas botitas del número 22 o unas sandalias del 26...seguro que después de ver "doscientas" tiendas y andar quinientos metros vosotros también queréis que os cojan en brazos ;-)
¡Feliz San Viernes!!


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