lunes, 25 de enero de 2016

¿Me cambio de desodorante? Basado en un caso real...

¡Buenos días!
Hoy os quiero contar mi historia con los desodorantes y el detonante que me llevó a cambiar de marca y a mirar con lupa las etiquetas de todo lo que me echo al cuerpo y a la boca (yo y los que me rodean).
No soy partidaria de la alarma social y de las afirmaciones sin base científica, odio la manipulación a la que nos someten diariamente los medios de comunicación ofreciendo datos sesgados e incompletos. Pero en los dos sentidos. Con esto quiero decir que me indigna la alarma creada en los medios de comunicación, por ejemplo, con enfermedades que se ponen de moda un año y que al año siguiente no son noticia (cuando igualmente siguen existiendo). E igualmente me indigna que la mayoría de las cosas que nos rodean más peligrosas que estas enfermedades, no salgan a la luz porque no interesan y solo se hagan eco de ellas unos pocos.

Como os he dicho fue mi antiguo desodorante, y lo que pasó con él, el que hizo que comenzara a leer la etiqueta de los productos y que descubriera la existencia de los parabenos, las siliconas y el largo etcétera de componentes que podemos encontrar en la inmensa mayoría de productos cosméticos que nos aplicamos por todo el cuerpo.

En mi caso utilizaba el desodorante de Nivea Pearl & Beauty. Es antitranspirante y no tiene alcohol, algo que hizo que me decatanra por él en su momento porque ya mi piel (sin necesidad de ninguna información exterior) me había dicho que el alcohol la resecaba e irritaba. Hay que decir también que el desodorante funciona, es eficaz y no te abandona. Tiene un olor suave y agradable y la verdad es que yo estaba encantada con él.

Sin embargo, una mañana me levanté de la cama y al comenzar a vestirme noté un bulto en la axila izquierda. Os podéis imaginar el susto que me llevé. Era un bulto doloroso y que incluso se notaba en el espejo a simple vista. Como además de aprensiva, soy tonta, decidí no ir al médico y esperar un par de días. Bien, el bulto, al igual que vino se fue. Poco a poco fue dejándome de doler y finalmente desapareció por completo, volviendo la tranquilidad a mi vida.
Un par de meses después la historia se repitió, esta vez en el lado derecho. Tengo que reconocer que en esta ocasión el susto fue menor, pero no por ello dejaba de estar preocupada. Mirándome en el espejo se veía incluso la zona rojiza y al tacto estaba caliente. Al igual que la vez anterior, desapareció en pocos días.
En esta ocasión - mal hecho por mi parte - comencé a buscar por Internet. Llegué a la conclusión de que se trataba de golondrinos, bultos que responden a una infección de una glándula sudorípara. De ahí el enrojecimiento de la zona y el dolor.
Navegando descubrí que muchos de los golondrinos se deben al uso de desodorantes antitranspirantes, lo cual me pareció totalmente lógico. El cuerpo humano necesita transpirar, sudamos para mantener nuestra temperatura y ese sudor, compuesto de agua, sales, desechos producidos por nuestro cuerpo (como amoniaco y urea) y bacterias (que es lo que le confiere el mal olor) debe salir. Si lo retenemos dentro, impidiendo que las glándulas sudoríparas cumplan su función, ¿qué creéis que pasará?

Después de informarme decidí cambiar de desodorante y con la desaparición de Nivea Pearl & Beauty desaparecieron también los molestos golondrinos. 

La búsqueda de un desodorante sin aluminio (y sin parabenos) fue una auténtica odisea porque en las tiendas de productos cosméticos habituales no son fáciles de encontrar. Y es que... ¿por qué llevan compuestos de aluminio los desodorantes? Porque estos compuestos forman una película sobre la piel que tapona las glándulas sudoríparas e impide que el sudor fluya a la superficie. Cumplen una función antitranspirante. Si no hay sudor no hay olor.

Hay estudios (Darbre PD. Aluminium, antiperspirants and breast cancer) que sugieren que estos compuestos, al aplicarse en la piel cerca del seno, pueden ser absorbidos y causar efectos hormonales como los del estrógeno. El estrógeno tiene capacidad de fomentar el crecimiento de las células del cáncer de pecho, lo que hago que algunos científicos sugieran que los compuestos de aluminio puedan contribuir a la formación de este tipo de cáncer. Por otro lado, según la autora del estudio, en los años 30 y 40 el 30% de los tumores de pecho se localizaban en la zona próxima a la axila. Ahora son casi el 60%. Inevitablemente esto da que pensar.

Algo similar ocurre con los parabenos, que imitan la actividad del estrógeno en las células del cuerpo. Un estudio de 2004 encontró parabenos en 18 de las 20 muestras de tumor de pecho que analizó. No obstante, no se demostró que los parabenos causaran el cáncer o hubieran llegado ahí como consecuencia del uso de desodorantes. (Darbre PD, Aljarrah A, Miller WR, et al. Concentratios of parabens in human breast tumours)

La conclusión final es que no hay un acuerdo sobre la seguridad en el uso de antitranspirantes y compuestos de aluminio para la salud. Algunos estudios estiman su inocuidad mientras que otros apuntan lo contrario. es decir, nos e puede afirmar que el aluminio produzca cáncer de pecho, pero tampoco se puede afirmar con total seguridad que no lo haga.

En cualquier caso mi experiencia personal me ha llevado a desterrar de mi vida los desodorantes antitranspirantes que contentan aluminio, parabenos o cualquier otra sustancia similar. Porque ¡ojo! que haya productos químicos y aditivos de los que no se haya demostrado su peligrosidad no quiere decir que sean inocuos para la salud.

Y además... no quiero encerrar en mi cuerpo los desechos que buscan una salida natural. Lógico, ¿no?

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